Viernes, después de una semana con demasiadas horas de trabajo, casi siempre aburrido, tocaba instalar unos cablecitos y unas tarjetas de comunicaciones en el centro de control de respaldo, justo en la estación de línea 2 de Sagrada Familia. Era media mañana y para no desafinar respecto de los días anteriores, el trabajo consistía en esperar. Esta vez a que alguien me abriera la puerta y me dejara hacer mi parte. En el tiempo que esperé en el vestíbulo, cientos de turistas subieron y bajaron las escaleras.
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